Quisiera
nunca haberte visto usando esa mirada.
Que mis brazos
no supieran el diámetro exacto
para sostener tu cintura.
No tener ni idea de la textura
de los lunares en tus manos.
Haber sido un cobarde
que jamás se atrevió a intentar.
Y seguir acechante,
contemplando la posibilidad,
que fueras diosa y no humana.
O en todo caso,
si esa noche era inevitable
Quisiera
que tus manos huyeran de las mías,
que tus caderas no fueran cómplices
Y no encontrarnos como niños, jugando.
Que tus labios
hubieran gritado
en vez de besado y que tus dedos,
en vez de jugar con mi cuello,
me hubieran mostrado el camino de salida.
Quisiera
saber que todo es fantasía,
una nube inalcanzable,
un destello de realidad mejor.
Pero no.
Se me concedió el regalo de lo mutuo a medias.
Se me conjuró la maldición de lo mutuo a medias.
De ver tus pupilas
agrandadas y brillosas,
como las mías,
cuanto intercambiamos un gesto.
Pero solo se me permitió el edén una noche.
Y ahora ¿Cómo hago para ignorarlo?
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