¿Qué emociones o sentimientos te vienen a la cabeza cuando escuchas la palabra “pérdida”?, ¿llanto, sufrimiento, rabia, dolor, soledad, nostalgia, auto-reproche, miedo,desesperación? Después de ver la lista podemos entender lo difícil que resulta una pérdida para nuestro corazón, sin embargo, estas son las cosas que han hecho de nosotros lo que somos.
Dice Jorge Bucay que “estas emociones, estas vivencias estas palabras sentidas, son las responsables de nuestra forma de ser. Porque somos el resultado de nuestro crecimiento y desarrollo, y de esto dependen nuestros duelos”
Nadie puede evolucionar sin dolor, por eso cada pérdida debe ser elaborada. Las pérdidas pueden ser pequeñas o grandes, no importa el tamaño todas las pérdidas nos generan duelos. El duelo se ha definido como la respuesta a un estimulo que nos lastima o hiere; y siempre habrá dolor en la pérdida.
Es dejar “algo que era” para entra a un lugar donde hay otra cosa “que es”, adaptarme a lo nuevo, este cambio requiere de un proceso de elaboración, la elaboración del duelo.
Las cosas que uno deja siempre tienen que elaborarse, elaborar un duelo es aprender a SOLTAR lo anterior, como: aquellas situaciones que se transforman, o los vínculos que cambian, etapas de la vida que quedan atrás, momentos que terminan; en cada una de estas u otras situaciones hay pérdidas que elaborar.
Hay que tener en cuenta que cuanto mayor es el apego a lo que siento que tengo que dejar atrás, mayor será el daño a la hora de la separación o la pérdida; por eso es importante entender el proceso que conlleva la elaboración del duelo.
Imaginemos a un joven futbolista jugando descalzo con sus amigos en un campo, emocionado y concentrado en el partido, al tratar de meter un gol pisa algo filoso, tal vez una piedra, un pedazo de vidrio o una lata vacía, pero como esta tan concentrado en la pelota, no se da cuenta que se ha lastimado el pie, y a pesar del dolor el sigue corriendo para poder cerrar el partido con éxito. De pronto uno de sus compañeros le advierte que tiene sangre en el pie, el joven se sienta y al mirarse se da cuenta de la herida sangrante. Las etapas por las que pasara esta herida son muy similares a las que tendremos que transitar para la elaboración de un duelo.
En el instante que el joven se percata de la herida, se inhiben los estímulos nerviosos, el cuerpo hace vasoconstricción, no hay dolor, es la Etapa de Incredulidad, no podemos entender lo que está pasando en ese momento, nos toma por sorpresa el suceso, todavía no hay dolor.
Cuando el joven se da cuenta de lo que ha pasado, aparece el dolor, intenso y leve; la Etapa de Regresión, damos expresión a ese dolor, llorando, pataleando o gritando.
Al momento que brota la sangre de la herida, entramos en la Etapa de Furia, es cuando salen todas nuestras emociones desbordadas.
La sangre seguirá saliendo hasta que el cuerpo la detenga formando un coagulo, la Etapa de culpa (si hubiera hecho esto..., si no le hubiera dicho…, etc.).
Una vez que el coagulo se retrae, es como si se metiera hacia adentro, inicia la etapa más larga del proceso, la Etapa de Desolación, cuando interiorizas lo que está aconteciendo, permitiéndote sentir tu tristeza, tu enojo, todas las emociones y sentimientos que te provoca el suceso, tratando de darle un sentido a lo que ocurre.
En la Etapa de Fecundidad, como lo llama Jorge Bucay, los tejidos internos se reconstruyen, de lo profundo a lo superficial, va empujando a la costra hasta que esta se arruga y se cae. Es la resignificación de aquello que perdí, que me sucedió. Ver lo positivo de la situación, lo que cambio y lo que es ahora.
Para finalmente llegar a la Etapa de la aceptación, que es cuando la herida se ha cicatrizado, ya no duele, ya no sangra, esta curada, solo queda el proceso de lo vivido con la cicatriz.
Así ocurre con las pérdidas, se superan, pero no se olvidan, un duelo se considera elaborado cuando la persona es capaz de recordarlo sin sentir un dolor intenso, cuando se puede experimentar la gratitud del suceso.
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