“¿Para qué me curaste cuando estaba herido? ¡Si hoy me dejas de nuevo el corazón partío!” (Sanz, 1997). Estoy seguro que, varios de nosotros conocemos tal dramático verso de Alejandro Sanz, pues pertenece a un gran éxito en la década de los 90. Si eres de mi edad (tengo 20 años) lo más seguro es que conozcas esa canción porque tu mamá la puso mientras iba manejando y cantando al mismo tiempo, o por una situación parecida. Más allá de que a varios de nosotros nos guste esa canción por culpa de nuestras hermosas madres, yo creo que existe una relación todavía más directa.
Desde esa perspectiva, las canciones por el mero hecho de ser arte tienen poder sobre nosotros: Despiertan emociones, fijan un estado de ánimo, y por supuesto evocan experiencias. Conviene subrayar que, tanto canciones alegres como canciones tristes cuentan con ese mismo nivel de poder descrito. Y es que, ¿por qué las canciones que han narrado al desamor desde mil y un formas y perspectivas se convierten en grandes éxitos? Pues es justo aquí donde nace una paradoja en los que somos amantes de la música. Si te acaban de romper el corazón y se supone que lo que quieres es sentirte mejor, ¿por qué quieres tronar la bocina a su máximo volumen con pura canción triste que te recuerda a esa persona? ¿Por qué no poner tu canción favorita, o alguna que por su ritmo y letra pueda subirte el estado de ánimo?
Resulta que, escuchar música triste cuando existe un estado decadente se convierte en un placer para muchas personas. El ser humano tiende a catalogar como algo placentero a la emoción negativa si es que ésta es situada tanto en un contexto estético como artístico. ¿Pero por qué es placentero? A través de algunos estudios psicológicos se han confirmado razones con respaldo científico. La primera es que, hay numerosas personas que al escuchar música triste no experimentan una tristeza real, sino una especie de versión transformada de la misma. En consecuencia, la gente no se pone triste como tal, sino que se conmueve por apreciar que no es el único que tiene una experiencia de falta (que supuestamente la está viviendo también el autor de la canción), por lo que de alguna manera se valora el estado actual de melancolía.
Por otro lado, la empatía es una de las claves para disfrutar de la música triste. A través de este concepto el oyente crea una atmósfera de reflexión, en la que trata de comprender las necesidades y decisiones provenientes de la otra persona involucrada. En síntesis, la empatía que genera la música triste es un proceso por el cual podemos llegar a comprender y sentir lo que otra persona está experimentando. Desde esa tesitura, para muchos es beneficioso crear empatía, pues gracias a ella se buscan (y a veces se encuentran) las soluciones para el duelo amoroso.
Por último, la música triste sencillamente ejerce como un modelo. La gente a la que le acaban de romper el corazón se siente identificada con la historia dramática de desamor que está escuchando narrar la canción, por lo que de alguna forma se suple la compañía y “con quién desahogarse”. Dicho proceso es una capacidad de los humanos, denominada autorregulación y sirve para distanciarse del proceso. Es entonces que, a través de la música triste se le hace frente a los sentimientos de tristeza para lograr el efecto contrario, ya que las emociones negativas se liberan y se crean nuevas emociones (más gratificantes, por supuesto).
En conclusión, la música triste definitivamente no actúa de igual manera en todas las personas. Muchos individuos pueden asociar a la música triste como algo placentero por una o por varias razones. Entonces, es totalmente normal si decides escuchar música melancólica cuando acabas de sufrir una decepción amorosa, porque por extraño que suene, estás aliviando tu dolor. Algo que quiero recalcar es que, la música (como todo arte) es saludable si se aprecia de la manera correcta, analizándola desde más de una perspectiva. En ese caso, que la música sirva como una herramienta para acariciar el dolor, y no para aferrarse al sufrimiento. La música triste tiene más intensidad cuando se está triste por su labor como calmante, así que hasta a ese ciclo hay que aprender a deleitarlo.
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