“Ella vale lo que vale su cuerpo en el comercio de la seducción” Le Breton
Una afirmación bastante fuerte ¿verdad?, lo más triste es que fue dicha en 2011 y, 10 años después, sigue siendo una realidad. Si bien, a lo largo de ese tiempo se han hecho algunos avances en este ámbito, como las campañas de amor propio patrocinadas por marcas reconocidas, todavía siguen vigentes la mayoría de estereotipos sobre nuestro cuerpo, los cuales no solamente afectan nuestra autoestima, sino también la forma en la que nos relacionamos con las demás mujeres. Es por ello que, me parece necesario hablar de estos temas y cuestionar lo que promueven los medios, ya que, desde mi punto de vista, al identificar de dónde vienen todas estas ideas que nos bombardean a diario, podemos crear una mayor conciencia acerca de nuestro entorno, y por ende, de nosotras mismas, lo que podría ayudarnos a dejar de medir nuestro valor con base en nuestro físico.
Origen y objetivos
Lo primero que debemos de saber acerca de este tema es que, el ideal de belleza se transforma continuamente según las exigencias de la religión, la cultura y el contexto histórico; por lo tanto, no es más que un constructo social, que, además, es masculino. Porque sí, el modelo de belleza femenino siempre ha sido construido por los hombres, curioso ¿no? Si me preguntan, es una estrategia bastante eficaz e inteligente por parte del patriarcado, puesto que, mientras nosotras nos preocupamos por siempre lucir perfectas, gracias a las exigencias que nos imponen, a ellos les dejamos el camino libre para hacer lo que quieran en el ámbito político y social. Respecto a este punto, me parece importante destacar una relación que propone Susana Rioseras, en esta se demuestra cómo el conjunto de ideas existentes ayudan a limitar nuestras aspiraciones; la autora establece que, no fue sino hasta el aumento de la entrada de mujeres al campo laboral, que la industria de la belleza comenzó a cobrar un rol cada vez más importante. Esto se hizo con el objetivo de establecer una narrativa sobre los costos que tiene el éxito profesional para el aspecto físico de las mujeres, lo que para la población femenina incita un gran temor, e incluso aversión, a la acción de trabajar.
Otro argumento que sustenta la tesis de la belleza como medio de control, es la presión social que tienen las mujeres para mantenerse jóvenes. Esto supone borrar su propia trayectoria, pues, al tratar de eliminar la edad del rostro, también se excluye la identidad y la historia que tiene dicha mujer, lo que desemboca en no poder sentir orgullo del conocimiento que nos ha proporcionado la vida; y la razón que tiene la industria para convencernos de que las señales de envejecimiento no son “bellas”, es que las mujeres se vuelven más poderosas conforme pasan los años, adquieren mayor sabiduría y poco a poco muchas dejan de caer en las trampas del patriarcado.
Contexto actual y alternativas
Desde mi perspectiva, en la actualidad existe el espacio perfecto para la expansión de este ideal, tenemos un sistema económico que promueve el consumismo y que cuenta con herramientas perfectas para hacerlo: las redes sociales; estas se vuelven el medio por excelencia para transmitir su mensaje debido a que, tienen un mayor alcance que los programas de televisión. Ahora, para dimensionar el impacto que estas tienen en nuestra autoestima, pensemos en la gran cantidad y el tipo de material audiovisual que vemos cada día; la mayoría de las cuentas más populares son de mujeres que parecen perfectas, son el ideal de belleza encarnado: cuerpo y piel sin ninguna imperfección. Gracias a esto cada vez tenemos más personas con las cuales compararnos, pero lo que empeora la situación es que hacemos esta comparativa a través de fotos que probablemente, han sido editadas o las cuales han sido tomadas desde cierto ángulo o pose que les favorece.
Cabe aclarar que yo no critico ni tengo nada en contra de las personas que llevan a cabo estas estrategias, ya que, al ser todos víctimas de esta narrativa tan tóxica, en la medida de lo posible, siempre buscamos mostrar nuestra mejor cara al mundo. El problema comienza cuando iniciamos a criticarnos entre nosotras porque una “trae mucho maquillaje” o “no dedica el tiempo suficiente a su apariencia”. Pienso que, en lugar de ver a la otra como nuestra competencia, hay que comenzar a verla como nuestra compañera, visto que, como dije, todas hemos sido víctimas de este ideal de belleza. Por lo que, debemos de ser conscientes de las implicaciones que tiene en las demás el seguir publicando este tipo de material, que además de promover la rivalidad entre el género femenino, invalida e invisibiliza la gran diversidad de características que tienen las mujeres.
Por las razones antes descritas, tenemos que comenzar a cuestionarnos estas normas que nos dicen cómo debemos de vernos. Tenemos que preguntarnos si realmente decidimos sobre nuestros cuerpos, ¿me maquillo porque me gusta o porque la gente me ha dicho que me veo más bonita?; ¿me depilo porque me siento cómoda sin vello corporal o porque la sociedad hace que sienta vergüenza si no lo hago? Sé que el camino para amarnos tal y como somos puede llegar a ser muy difícil, pero nos lo debemos a nosotras mismas, tenemos que aprender a vivir, sentir y expresarnos de manera independiente de los estereotipos estéticos. Empecemos a construir nuestra valía como mujeres con base en nuestros valores y cualidades, no en nuestro físico, porque siendo realistas, el ideal de belleza es inalcanzable, hasta la chica más hermosa también tiene sus inseguridades, y nosotras somos más que un simple cuerpo o cara a la que admirar. Somos fuertes, valientes, inteligentes y maravillosas, no dejemos que nadie nos diga lo contrario.
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