La salud mental en estudiantes universitarios
- Samuel Higüitl Enríquez
- 5 abr
- 3 Min. de lectura
El bienestar del alumno y su desempeño académico tienen una relación estrecha, dado que sin 1 no se puede dar la otra
En la actualidad, la salud mental de los universitarios se ha convertido en un tema de suma relevancia para docentes, instituciones educativas y sistemas de salud. Esta preocupación no es infundada, ya que las alteraciones emocionales y psicológicas en esta etapa representan una seria limitación para el desarrollo pleno de competencias profesionales y sociales. Lejos de ser una problemática aislada, este fenómeno forma parte de una tendencia alarmante que se extiende por toda América Latina. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las tasas de mortalidad en jóvenes han aumentado de forma preocupante, siendo el suicidio una de las principales causas de muerte, representando aproximadamente el 30% de los casos. A ello se suma el hecho de que los trastornos mentales representan el 16% de la carga mundial de enfermedad, de los cuales la mitad no fueron diagnosticados ni tratados a tiempo, lo que incrementa el riesgo de suicidio. En este contexto, se estimó que para el año 2020, el número de víctimas podría ascender a 1.5 millones.
Estas cifras coinciden con los hallazgos de De la Barra, quien señala que entre los 12 y 18 años los adolescentes enfrentan una alta prevalencia de trastornos, siendo los más comunes los disruptivos (8%), los ansiosos (7.4%) y los depresivos (7%). Esta etapa, caracterizada por importantes cambios emocionales y sociales, se convierte en un periodo crítico para el desarrollo integral, cuyos efectos pueden extenderse hasta la vida adulta. El entorno universitario, lejos de estar exento de estos riesgos, los potencia. Los estudiantes comparten no solo espacios físicos, sino también predisposiciones a conductas saludables y no saludables, enmarcadas en una compleja interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, culturales y espirituales. La vulnerabilidad en esta etapa se manifiesta en problemas de salud mental que, en muchos casos, derivan en muertes prematuras a causa de accidentes, suicidios, violencia o complicaciones evitables relacionadas con el embarazo o enfermedades tratables.
En Colombia, por ejemplo, investigaciones de Gómez han identificado como factores de riesgo predominantes la falta de habilidades sociales, baja autoestima y la pertenencia a familias disfuncionales. Esta realidad se replica en gran parte de América Latina, donde estudios como los de Gaete evidencian una alta prevalencia de trastornos psiquiátricos entre adolescentes universitarios, entre ellos la depresión, la ansiedad, la conducta suicida y los problemas cognitivos y de aprendizaje.
A menudo, estos jóvenes manifiestan sentimientos de soledad, insomnio y una reducida interacción social, muchas veces acompañados del consumo de sustancias como el tabaco y el alcohol. Lamentablemente, los adultos responsables de su cuidado desconocen con frecuencia estas conductas, lo que agrava aún más la situación. A esto se suma el fuerte estigma social en torno a los trastornos mentales y el suicidio, lo que impide que muchos estudiantes soliciten ayuda profesional. En síntesis, la depresión y sus múltiples manifestaciones nosológicas —desde pensamientos sobre la muerte hasta intentos y consumación del suicidio— se han vuelto cada vez más frecuentes entre la población universitaria. Esta etapa de vida, que debería ser una experiencia de crecimiento y descubrimiento, se vive con intensidad emocional, marcada por contradicciones, incertidumbre y, en muchos casos, sufrimiento silencioso. Frente a este panorama, resulta imprescindible abordar el estrés universitario como un factor determinante en la salud mental. Este estrés puede desencadenar enfermedades cardiovasculares, trastornos del ánimo, psicosis e incluso asma. Sin embargo, a pesar del conocimiento disponible sobre la sintomatología y sus consecuencias, las investigaciones centradas en el impacto de la salud mental en adolescentes siguen siendo escasas, particularmente en el contexto universitario.
Por ello, es urgente desarrollar instrumentos validados como la Escala de Estrés para estudiantes universitarios, que permitan diseñar modelos efectivos de promoción y prevención en salud mental. Solo a través de un enfoque integral que incluya educación emocional, acompañamiento psicológico y políticas públicas sólidas, se podrá responder adecuadamente a este desafío que compromete el bienestar y el futuro de toda una generación.
Referencias
Cuenca, N. (2020). Salud mental en adolescentes universitarios Latinoamericanos: Revisión sistemática. Farmacología y Terapéutica, 39(6).https://doi.org/105281/zenodo.4403731
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