Desde muy pequeñas nos dicen que debemos de tener una pareja para ser felices y estar completas. Lo que además de colocarnos en un rol pasivo, ya que nosotras debemos de esperar a que nuestro príncipe azul nos encuentre, nos introduce varios mitos que legitiman y naturalizan la violencia ejercida en las relaciones amorosas. Es por ello que, en esta publicación expondré el objetivo de esta narrativa tan tóxica, los actores que ayudan a construirla y propagar sus consecuencias y finalmente, caminos para evitar caer en esta trampa tan engañosa.
Antes de comenzar a describir el amor romántico, me parece pertinente establecer el contexto en el cual se llevó a cabo su consolidación; la cual tiene lugar durante los siglos XVIII y XIX con la ayuda del romanticismo, es a partir de este punto se establecen los comportamientos “adecuados” que debe tener un hombre y una mujer en una relación, los cuales son determinados por los estereotipos de género.
La propagación y reforzamiento de estas conductas, principalmente se da a través de una gran institución presente en todas las sociedades: la familia; de la misma forma los medios de comunicación también juegan un papel muy importante en este aspecto, pues es mediante el trabajo en conjunto de estos dos actores que tiene lugar la socialización diferencial entre niños y niñas, es decir, una educación diferente dependiendo del género.
En el caso de ellos, se promueven dos aspectos: la desidentificación de lo femenino, esto es, un rechazo a los sentimientos de apego y cuidado que tradicionalmente pertenecen a la mujer; y el control sobre la pareja, el cual puede ser expresado a través de celos, amenazas de abandono y maltrato físico. En contraparte, a las mujeres se les dice que deben de atraer a los hombres mediante su atractivo físico, una vez conseguido esto y con una relación establecida, ellas son las únicas que tienen permiso de demostrar sus sentimientos, y fuera de esto adquieren un rol sumiso en la relación.
Debido a esto, el discurso amoroso comienza a dirigirse mayormente hacia las mujeres, volviéndose un mecanismo más de control que influye en su forma de pensar y relacionarse con los demás, ya que el objetivo de este es centrar su existencia en su capacidad de amar como madre, pareja o hija. Esto se vuelve dañino dado que da lugar al llamado “altruismo femenino”, esto significa, anteponer las necesidades de otros sobre las nuestras, a pesar de que pueda tener graves consecuencias en nuestro bienestar tanto físico como emocional. Y cuando las mujeres no cumplimos con este mandato, la sociedad y la propia pareja nos tacha de egoístas y de malas novias o madres, a pesar de que simplemente estemos poniendo límites sensatos a la relación.
Es por ello que, según Josetxu Riviere, cuando las mujeres se alejan cada vez más del rol tradicional, la probabilidad de que haya violencia aumenta: “el hombre golpea, insulta, humilla o asesina a su pareja al percibir como ésta escapa a su control…para que, mediante el terror, sigan sometidas y se las impida llevar a cabo sus legítimas aspiraciones de autonomía personal y libertad de elección”.
Es así como podemos decir que, una de las consecuencias más graves que tiene la aceptación de este ideal, es la legitimidad que se le da a la violencia en pareja. Debido a la educación dada a las mujeres, se vuelven propensas de ser víctimas de comportamientos agresivos, ya que además de exigirles un rol sumiso y pasivo, hay mecanismos que promueven e incluso ven como buena señal el sufrimiento. Un ejemplo de esto es la idea, todavía muy vigente, de “se ama en la medida en que se sufre”, refiriéndose a que el dolor es señal de un gran amor.
Este tipo de creencias que construyen y modifican nuestra percepción de lo que es o debería de ser el amor “verdadero”, reciben el nombre de mitos del amor romántico, y a pesar de que estos puedan transformarse a lo largo del tiempo, siempre se mantienen dentro de los límites del patriarcado, puesto que sirven para perpetuar el sistema de desigualdad. A continuación enlisto los mitos propuestos por Carlos Yela:
La media naranja: tenemos una pareja “predestinada”.
El emparejamiento: la pareja heterosexual es algo que se da de manera natural y universal y la monogamia amorosa está presente en todas las épocas y todas las culturas.
La exclusividad: no es posible estar enamorado de dos personas a la vez.
La fidelidad: todos los deseos pasionales, románticos y eróticos deben satisfacerse solamente con nuestra pareja, si es que la amamos de verdad.
Los celos: son un signo de amor, e incluso el requisito de uno verdadero.
La equivalencia: el amor como sentimiento y el enamoramiento en su estado más duradero, son equivalentes, por lo tanto, si una persona deja de expresar el amor que sentía en un inicio, significa que ya no ama a su pareja.
La omnipotencia: la idea basada en que “el amor lo puede todo”.
El libre albedrío: nuestros sentimientos amorosos son absolutamente íntimos y no están influidos por factores sociobiológico-culturales ajenos a nuestra voluntad y conciencia.
El matrimonio: el amor romántico-pasional debe conducir siempre al matrimonio.
La pasión eterna: el tipo de amor presente en los primeros meses de una relación puede y debe perdurar tras años de convivencia.
Después de leer y analizar todos estos mitos, es muy probable que te des cuenta que al menos uno de ellos forma parte de tu percepción de lo que es el amor. Y si estos hacen más daño que bien en nuestras relaciones, ¿qué acciones podemos tomar para terminar con esta narrativa? La primera de ellas es comenzar a cuestionarnos a nosotras mismas y a la sociedad, para poco a poco ser conscientes de todas las mentiras que nos han dicho referentes al amor. Gracias a esto, es muy probable que nos demos cuenta de que no necesitamos de un hombre para estar completas, que somos suficientes como individuos por lo cual merecemos ser amadas, pero sobre todo respetadas.
Comments