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LAS RUPTURAS QUE NO SE HABLAN

Siempre es común hablar de las rupturas de pareja, pasar por el duelo, sentirse enojado, triste y después de algún tiempo simplemente lo superarlo. Pero, algo que nunca se habla es sobre las rupturas en las amistades. Al terminar una amistad, casi nunca la consideramos como ruptura y muchas veces esas duelen mucho más, pues en su mayoría suceden sin darnos cuenta.


Photo by Adrienn from Pexels

Seguramente todos tenemos una historia así, un amigo que probablemente en un momento de nuestras vidas teníamos a ese alguien que era nuestro confidente, nuestro paño de lágrimas, nuestro complice en la vida y simplemente era la persona más especial de nuestras vidas. Era ese alguien a quien llamamos “mejor amigo”. Y es que las amistades son una dinámica social bastante complicada, pero a mi parecer más sincera que las relaciones de pareja, pues cuando alguien se vuelve nuestro amigo no es necesario algún “contrato social” como la pregunta “¿Quieres ser mi amigo?”, simplemente poco a poco con la convivencia se va construyendo una conexión y un día sabes que tu lugar ese seguro es esa persona a quien llamas amigo.


Pero, ¿qué sucede cuando una amistad se termina? Esa es la cuestión, que a diferencia de las relaciones de pareja, no hay un contraro que cumplir y a veces sin darte cuenta esa relación de amigos se termina sin más. Y no me refiero a esas ocasiones en donde hubo una pelea de por medio o alguna situación que fracturó la relación. Me refiero a esos momentos en donde por el tiempo, distancia o simplemente por crecer, tu amistad con una persona llega a su fin. Es algo gracioso, pues suele suceder al terminar ciertos períodos escolares como la preparatoria o la universidad, pues estos son momentos en la vida de las personas que están llenos de cambios. Solemos pensar que si una amistad es sólida no será víctima de estos cambios, pues podemos crecer y madurar con nuestro grupo de amigos, pero por mucho que me gustará confirmar que esto es posible, la realidad es otra. En los 20’s la vida se torna extraña, todos tienen nuevas metas y sueños, cambian sus gustos o simplemente dejas de ser quien en algún momento fuiste. Claro que esto no es necesariamente negativo, es parte de la vida, aprendes cosas nuevas, encuentras más afinidad con otras personas y esas llamadas o mensajes diarios en tu grupo de amigos se vuelven semanales, luego mensuales, hasta que de pronto desaparecen. Y esa amistad que en su momento era irrompible, se vuelve tan frágil como el cristal. Cualquier pequeña acción puede herir a la otra persona y te sientes impotente por no entender a quien en su momento sabía todo de ti, porque las prioridades han cambiado. Los sueños y el mañana también, de pronto sus caminos se separan cada vez más y te quedas con los recuerdos, de todo lo vivido y con lo que esas personas aportaron a tu vida. Pasas de ser la primera en enterarte de lo que pasa en sus vidas a solo verlo a lo lejos con lo que comparten en redes sociales. Y claro que no te atreves a enviar un mensaje para saber cómo están, pues ese “algo” que alguna vez los unió como amigos, ya no está. Porque no son necesarias las discusiones o problemas, a veces solo distanciarse hace evidente para los involucrados que esa amistad que tanto quisiste terminó y no te queda más que desearles que sean muy felices, que cumplan sus sueños y que logren todo lo que deseen. Quedandote con la esperanza de que tal vez algún día puedan volver a lo que fue una pijamada llena de risas y complicidad con esos quienes eran la familia que tu escogiste.

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