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Mentalidad de crecimiento: Qué es y por qué todos necesitamos una

  • “Si no soy inmediatamente buenx en una actividad, la abandono”.

  • “Si tengo que esforzarme mucho por algo, es porque seguro no nací para eso”.

  • “Me molesta recibir consejos y críticas sobre mi trabajo”.


Desarrollada por la doctora en filosofía, Carol Dweck, la teoría de las mentalidades propone la existencia de dos formas de entender nuestras habilidades e inteligencia, ubicadas en ambos extremos de un espectro. Por una parte, estamos quienes nos sentimos identificados con al menos una de las frases al inicio del artículo. Esta idea de que nacemos con un set determinado de habilidades, y que hay cosas que de plano no son para nosotros se denomina mentalidad fija. ¿Cuántas veces hemos dejado algo de lado porque no nos gustan las dificultades que implica aprenderlo? Ya sea un nuevo idioma, un instrumento musical o pararse de manos, tan pronto nos encontramos con un obstáculo, es casi definitivo que abandonaremos la misión.


Otra característica de una mentalidad fija es el rechazo a los desafíos. ¿Por qué habría de ponerme en una situación incómoda? Se supone que, si en verdad soy buena para algo, se me debe dar fácilmente. De otra manera, no me arriesgaré a fallar y quedar como una tonta. Hay cosas que están fuera de mi repertorio de habilidades, y, por tanto, nunca podré lograr.

Ahora que sabemos de qué se trata, el siguiente paso es tener claro que prácticamente nadie decide adoptar una mentalidad fija. La mayoría de las veces es cuestión de nuestras experiencias de vida, de aquellos que nos rodean, e incluso de los medios. Hollywood, por ejemplo, está lleno de historias de prodigios que resuelven problemas sin apenas pensarlo. El mismo sistema educativo nos ha condicionado a que las matemáticas, por ejemplo, “no son para todos”, lo que nos lleva a una colección de bajas calificaciones y un trauma eterno con la tabla del 6.


Del otro lado (y donde todos deberíamos estar), se encuentra la mentalidad de crecimiento. Aquí, la persona corre riesgos y se enfrenta a retos, pues ve el fracaso como una oportunidad perfecta de aprendizaje. Aquellos con mentalidad de crecimiento creen que su inteligencia y capacidades pueden aumentar con esfuerzo y trabajo duro. Esta mentalidad está directamente relacionada con la motivación sostenida, una alta autoestima, y mayores niveles de éxito. Es decir, todo lo bonito del mundo.


La buena noticia es que la posibilidad de desarrollar una mentalidad de crecimiento está en todos nosotros. Como recordarán, se trata de un espectro, por lo que es posible empezar a mover la aguja en la dirección correcta desde hoy mismo. Algunas formas de desarrollar una mentalidad de crecimiento son:

  1. Aceptar y dar la bienvenida a la imperfección.

Creo que este primer consejo se explica solo. Somos seres humanos, y ninguno viene diseñado con el chip perfecto de la escritura, o del atletismo. Todos tenemos días malos y momentos de gloria. La magia está en saber apreciarlos y ser comprensivos con nuestro desempeño. En lugar de enfocarnos solo en el resultado de nuestro esfuerzo, es necesario apreciar el esfuerzo por sí mismo.


Un libro buenísimo que habla sobre esto es Chasing Excellence, de Ben Bergeron. Ben ha sido entrenador de dos multicampeones de CrossFit Games, conocidos como la prueba definitiva para encontrar a The fittest on Earth. Su método no solo entrena el cuerpo, sino también la mente, bajo la idea de que cuando la fortaleza del cuerpo llega a su límite, la fortaleza de la mente hace el resto.

  1. No permitir que los obstáculos se interpongan en el camino.

Como dice una frase en La Familia del Futuro, “Del fracaso se aprende, del éxito… no mucho”. Uno de los grandes motivos por los que a los adultos se nos dificulta aprender otro idioma no es el cerebro, o el tiempo, sino la vergüenza que nos da equivocarnos. El temor a decir algo mal nos impide participar y seguir mejorando. La mentalidad fija nos ha hecho creer que la gente que es muy buena para algo no se equivoca, pero no hay nada más alejado de la realidad.

  1. Valorar las críticas y consejos.

Yo sé, esta parte es difícil. Cuando estás frente a un maestro, o jefe, y están haciendo pedazos tu trabajo, lo último que te viene a la mente es “Qué gusto, esto me ayudará a crecer”. Para que este sea el caso, debemos distinguir las críticas negativas de las que son constructivas, quedándonos con estas últimas. Lo importante es reconocer que estas palabras vienen de otro punto de vista, por lo que pueden ofrecernos información que no se nos había ocurrido antes.

  1. Cuidado con el monólogo interno.

Por último, pero no menos importante, permanecer vigilante de las palabras que decimos y pensamos. Esto no solo nos ahorrará vergüenzas sociales, sino que la manera en que nos hablamos a nosotros mismos puede definir la mentalidad que estamos cultivando. La próxima vez que se encuentren a punto de decir “Soy un fracaso”, o “Esto no es lo mío”, denle la vuelta al discurso. Algunas opciones son “Necesito más práctica” y “Estoy aprendiendo”.


Para terminar, quiero compartir el enlace a un test gratuito que se completa en cuestión de minutos. No se trata de darnos un zape mental si descubrimos que estamos del lado fijo, sino de conocer nuestro punto de inicio y hacer un plan para llegar a donde queremos estar.





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