El COVID-19 ha provocado no solo el desequilibrio económico, sanitario y social en el mundo; además, ha generado un malestar psicológico. Esto en relación con el confinamiento ha atraído consigo implicaciones psicológicas como síntomas depresivos, angustia emocional, insomnio, ansiedad y sentimientos de soledad. Al encontrarse en confinamiento los niveles de violencia hacia las mujeres aumentaron y la afirmación de los roles de género en donde el nivel de salud mental en las mujeres ha sido afectado.
En relación con lo anterior, el Consejo General que aglutina a los Colegio Oficiales de Psicología de España destaca que “el COVID-19 no solo ha vuelto nuestras vidas del revés, sino que ha sacado a la luz desigualdades enquistadas en nuestra sociedad que no resultaban tan evidentes. La pandemia ha demostrado la dependencia que como comunidad tenemos de las mujeres, tanto en los servicios esenciales, como en el ámbito del hogar”.
Las diversas medidas adoptadas para contener la pandemia han puesto de relieve las dificultades de las personas con hijos para conciliar la vida laboral, familiar y escolar. La mayoría de las veces son las mujeres las que se hacen cargo el 70% de las tareas en el hogar, provocando que realicen una doble jornada o renuncien a sus proyectos laborales debido a estas tareas que fueron incrementadas. Todo ello ha generado poco descanso, agotamiento físico y emocional, y emociones de doble frustración. De acuerdo con una encuesta en India, 66% de las mujeres informaron estar estresadas en comparación con 34% de los hombres. Es así que la directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, María Noel Vaeza, menciona que “la socialización de las mujeres en el marco de la división sexual del trabajo las ha puesto en una posición de postergación de sí mismas y desproporcionadamente pendientes de las necesidades de las demás personas. A medida que la pandemia profundiza el estrés económico y social, la violencia contra las mujeres está intensificando lo cual tiene graves consecuencias para la salud mental de las mujeres”.
En el caso de las familias monoparentales, este panorama se ha visto agravado, tanto para las madres que teletrabajan como para las que trabajan fuera de casa, y mucho más aún para aquellas que trabajan en el ámbito de la salud.
Ahora bien, en el caso de las mujeres que sufren violencia machista, han tenido que empezar a convivir con sus agresores 24 hrs al día los 7 días de la semana. Si el sufrir violencia psicológica en forma de intimidación y amenazas, sumado a la violencia física y sexual, se incrementa inevitablemente la angustia emocional, depresión y ansiedad. Es con esto que la directora de la OPS hizo un llamado a fortalecer las políticas, los sistemas y los servicios de salud, para garantizar que el bienestar integral de las mujeres forme parte de la respuesta de los países ante la COVID-19.
Por último, los servicios de salud mental deben ser accesibles para toda la población, especialmente, para las mujeres en situación de mayor vulnerabilidad y para grupos específicos en situaciones humanitarias y de conflicto. Además, es importante que los protocolos de atención a la salud mental mejoren la cobertura y calidad de la atención que brindan las líneas telefónicas de emergencia y la asistencia social para personas con condiciones severas de salud mental.
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