Giras la muñeca y en tu reloj marcan las 7:15 p.m. Has llegado 15 minutos “tarde” pero no importa porque hay gente que llega hasta las 9 de la noche. Resulta que el host de la fiesta es uno de tus mejores amigos, y justo después de que encendió su sistema de sonido, se acerca hacia ti con toda la confianza que hay entre ustedes dos para decirte: “¿Conectas tu celular a la bocina y pones TÚ la música?”. En ese momento cae un sentido de euforia, obligación, y hasta responsabilidad. Pues vas a ser tú uno de los líderes de la fiesta. Vas a ser tú uno de los responsables de poner a gritar y saltar a los más extrovertidos. Vas a ser tú quien anime la reunión según la música que decidas poner. Porque, en efecto, nuestro cerebro ha evolucionado a tal punto de conectar sonidos y emociones para decodificar el entorno.
Dicho de otra manera, la gente y la música hacen a la fiesta. Si hay buena música (que te haga bailar y cantar) en sincronía de buena compañía (que te haga reír, jugar y conversar) lo más seguro es que se trate de una buena fiesta. Centrándose en el primer concepto, la música se ha catalogado como un facilitador de la descripción sensorial, puesto que gracias a ella es posible evocar sensaciones y que un receptor las entienda perfectamente. Un ejemplo clarísimo proviene de aquellos que se atreven a abrir la pista de baile; inmediatamente lanzan al menos un mensaje al resto de invitados: Que el tiempo de recepción y parte “tranqui” de la fiesta ha terminado, pues ya es hora de divertirse en serio empezando por sacudirse con la música de fondo. En síntesis, la música resalta emociones y te puede motivar a hacer cosas con los demás durante la fiesta.
Por otro lado, se sabe que las zonas del cerebro donde se encuentran las neuronas espejo son activadas con la música gracias a una respuesta de simple estimulación. Comoconsecuencia, si nos cruzamos con alguien tan alegre, lo más probable es que nos transmita su emoción y lleguemos a estar igual de alegres (todo para lograr ser el alma de la fiesta). Se trata de un estado de aceptación, en el que unos a otros se abren para contagiarse de vibras positivas y pasarla genial. Y sí, la música es el medio. De ahí que, la música es un recurso eficaz para alterar emociones y crear lazos sociales.
Finalmente, hay canciones que apenas empiezan y simplemente nos ponen de buenas. Puede ser porque tienen un ritmo pegajoso y nos hacen bailar, porque tienen una letra que al cantarlas revivimos un recuerdo, o tal vez sólo porque su composición nos resulta increíble artísticamente. El caso es que, se ha comprobado que sin ser conscientes asociamos los sonidos que apreciamos con las emociones. Por tanto, claro que es totalmente válido que brinques de la felicidad si es que a continuación vas a cantar tu canción favorita para todos los asistentes de la fiesta. Concretamente, la música nos hace reaccionar acorde al contexto de la fiesta porque nos gusta. Simplemente es que, la música tiene ese poder de hacernos sentir bien, y sólo es cuestión de expresarlo para comenzar a divertirse en la fiesta.
En conclusión, la música puede resultar imprescindible para catalogar a una fiesta: Si estuvo muy buena, o si no lo estuvo tanto. En mi opinión, es un elemento que toma importancia desde el inicio hasta el fin de la reunión. Así que, es fundamental saber elegir cuál canción va a acorde a la etapa que se esté viviendo de la fiesta, para que música y emociones (tanto las que ya están presentes como las que se desee generar) estén perfectamente fusionadas. ¿La gente apenas está llegando? Música suave es la ideal. ¿La gente está sacudiendo sus caderas, hay muchas manos en el aire, y ya se oyen los gritos de “Fondo, fondo, fondo”? Tiempo de que resuene el Tumpa Tumpa Tum…
Me encantó!!