Sin duda alguna, el año 2020 será recordado como sorprendente e inusual. Además de la pandemia que cambiaría nuestras vidas, ocurrieron diversos acontecimientos que impactaron en gran medida a la sociedad y que cambiaron nuestra perspectiva del mundo en el que vivimos.
Ocurrió el 25 de mayo en el vecindario de Powderhorn, en la ciudad de Mineápolis, Minnesota, Estados Unidos. George Floyd yacía en el suelo, suplicando a gritos que le permitieran respirar. Había sido arrestado por intentar hacer una compra con un supuesto billete falso. El exceso de fuerza y la indiferencia de los cuatro policías locales que lo tenían sometido, terminaron con su vida, causando indignación en la población, y visibilizando una vez más el racismo y la xenofobia que afectan a miles de afroamericanos en su propio país.
Si bien este incidente fue el parteaguas que inspiró múltiples protestas y manifestaciones, así como el conocido movimiento “Black Lives Matter”, es trascendental mirar un poco más atrás para entender que Estados Unidos aún se encuentra lejos de implementar una cultura de tolerancia y respeto entre sus ciudadanos. La historia se repite una y otra vez.
Al igual que Floyd, miles han muerto injustamente bajo las manos de la intransigencia. Sin embargo, el día de hoy hablaremos sobre la que quizás es la víctima más joven de esta.
Su nombre era Latasha Harlins, tenía solo 15 años y se dirigía a un supermercado local para comprar jugo de naranja. La dueña del lugar le disparó en la nuca luego de acusarla falsamente de robar el producto. Al encontrar el cuerpo de la chica, aún mantenía los dos dólares en la mano con los que pretendía pagar su compra. Soon Ja Du fue sentenciada por asesinato voluntario. 400 horas de servicio comunitario y el pago de una multa de 500 dólares fue su único castigo.
El reciente documental, “Una canción de amor para Latasha”, que está nominado a la categoría de Mejor Cortometraje Documental de los premios Oscar, relata la corta pero significativa vida de la que se convertiría en un ícono en la lucha contra la discriminación.
La muerte de Latasha fungió como uno de los catalizadores para las protestas en pro de la vida de los afroamericanos en 1992, cuando la comunidad de California se veía inundada en una creciente ola de violencia.naw
La pequeña Harlins, quien se caracterizaba por ser cariñosa, generosa y cortés quería crecer, convertirse en abogada y ayudar a su familia a salir adelante. Quería inspirar a otros, quería buscar justicia para los que eran como ella. A pesar de que la vida le fue arrebatada, ha alcanzado sus objetivos. A través de diversas escenas y recreaciones artísticas, la directora Sophia Nahli Allison resalta la importancia de alzar la voz en pro de la vida y los derechos humanos. El resultado de su arduo trabajo celebra la vida de la joven Latasha y conecta con millones de niñas y mujeres, inspirándolas a no tener más miedo.
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