Hay una verdad absoluta que todos deberíamos comprender en algún momento de nuestra vida, cuanto antes mejor, y es que la vida es un conjunto de sucesos inesperados.
De este concepto, obtenemos personas que se dejan llevar por todo lo que venga. Otras que no necesitan planificar nada a profundidad, pero se toman el tiempo de pensarlo y tomar en consideración posibles desvíos o errores. Y, por otro lado, es común encontrarnos con personas que sientan la necesidad de que todo, absolutamente todo, lleve un orden establecido con momentos específicos para que pasen las cosas. Necesitan visualizar que todo cuadre a la perfección. En mi opinión, creo que no hay nada de malo en querer tener el control de las cosas y que estas pasen de acuerdo con lo que uno desee. Y en realidad, comprendemos que comportamientos de este tipo son mecanismos de defensa que el cuerpo y nuestra mente ponen a trabajar para no sentirse vulnerables frente a posibles riesgos a los que pueda estar expuesto. Cuando la mente trata de plantearse escenarios pasa por un corto estado de estrés que lo pone en una situación de alerta frente a esos posibles desvíos que puedas tener. Por eso, hasta cierto punto mi posición se encuentra a favor ante la planificación y consideración ante la toma de decisiones en tu vida completa.
Sin embargo, el verdadero comportamiento es el último que mencioné, aquel que puede desarrollar conductas compulsivas e incluso consecuencias en la seguridad, confianza personal y autoestima. Aquel cuando la necesidad de controlar se va más allá de lo que está disponible en tus manos. Una cosa es querer planificar cualquier proyecto o evento que quieras hacer considerando todas las salidas; y otra es controlar hasta el color del cielo o los sentimientos de otra persona. Es decir, nos enfrentamos a un control que finalmente no podemos tener y aquí encontramos a dos tipos de personas: aquellos que consideran que mientras más cosas tengan controladas menos posibilidades tienen de enfrentarse a malas experiencias; y aquellos que sobre piensan las posibilidades de experimentar desde eventos sobrenaturales hasta enfermedades terminales. Es común que personas con estos comportamientos o formas de pensar carguen con traumas o experiencias que los han dejado marcados. Por ello, el desarrollo de ese sistema de prevención es más intenso. Ciertamente, lo único que se consigue al perseguir ese control inalcanzable es un gasto enorme de energía y tiempo que, en mi opinión, son tus recursos más importantes.
Quizás tu caso no sea tan extremo y solamente tengas esta tendencia de querer controlar cada aspecto de tu día. No te preocupes pues lo primero, como mencioné, es aceptar que todo lo puedes, pero la vida siempre te puede sorprender. ¡Y eso no está mal! A veces las mejores cosas son inesperadas y no ser realistas con nosotros puede crear en tu cabeza una vida idealizada fuera de lo que es real. Sin embargo, si tu duelo con ese pensamiento controlador se mantiene y te roba mucha paz y tiempo, aquí te dejo algunos consejos:
Determina qué cosas tienes al alcance para ajustar, a veces lo único que puedes hacer es controlar tu actitud y tu esfuerzo. Eso es más efectivo para ti.
Identifica tu mayor miedo en esa situación y hágase saber que la puedes manejar.
Influir más que controlar, no fuerces y solo influye. Si se da como quieres, bien y si no, también.
Repite frases que te promuevan seguridad y te recuerden lo poderoso que eres.
Espero te sirvan, gracias por leer.
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